Lágrimas de dolor y lágrimas de alegría

Fuente: eldar nurkovic/

¿Es el llanto un comportamiento saludable? Tal vez sí, tal vez no. Recientemente, Vingerhoets y Bylsma (2016) escribieron un excelente y completo artículo sobre el llanto.

Todos lloramos. Es uno de los primeros comportamientos que expresamos cuando somos bebés para que alguien se fije en nosotros atendiendo nuestras necesidades y ofreciéndonos consuelo. Ciertamente, el llanto se produce a menudo cuando sentimos dolor físico. Más allá de la infancia, podemos llorar por frustración cuando somos incapaces o se nos impide conseguir lo que queremos -como en el caso de un niño que quiere comer más galletas, pero que no puede alcanzar el tarro de galletas, o cuyos padres le quitan la bolsa de galletas.

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A medida que crecemos, lloramos por otros motivos, que abarcan tanto experiencias negativas como positivas. Con el aumento de la edad, empezamos a desarrollar relaciones interpersonales y a derivar sentimientos generados por ellas. Nuestras interacciones con los demás repercuten en cómo nos sentimos en general, y más concretamente sobre nosotros mismos.

Cathy, Anna y Nancy están en séptimo grado. Cuando Cathy fue la primera invitada a la fiesta de cumpleaños de Anna, se sintió especial y lloró. Cuando Nancy se enteró de que no estaba invitada, lloró porque se sintió herida y rechazada.

Las relaciones interpersonales tienen el efecto de producir un comportamiento de llanto cuando hay una pérdida relacionada con esa relación; por ejemplo, la muerte de un ser querido, un divorcio o una ruptura. El llanto es una respuesta conductual a la tristeza, así como a otras posibles emociones, como la soledad, el rechazo o el abandono.

A lo largo de la edad adulta, es poco probable que una sola emoción estimule la conducta de llanto; normalmente hay un conjunto de emociones presentes. Por ejemplo, el sentimiento de impotencia provoca lágrimas cuando el individuo también siente ira, miedo o tristeza. Las lágrimas pueden ser un reflejo de la incapacidad de uno para hacer frente a una situación.

Las lágrimas se derraman no sólo en nuestro propio beneficio, sino también en el de los demás. Esto refleja nuestro propio desarrollo psicosocial y moral. Cuando vemos una película sobre una madre que sacrifica su vida para salvar a su hijo, o escuchamos una historia sobre una persona discapacitada que es condenada injustamente por un delito y castigada, es muy posible que generemos lágrimas empáticas. Nos sentimos por el individuo «dolido». Estas situaciones estimulan nuestras respuestas empáticas de cuidado y simpatía.

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También podemos llorar cuando herimos a otros. Al hacerlo, estamos mostrando nuestros sentimientos de arrepentimiento en respuesta a nuestra brújula moral de cómo debemos tratar a las personas.

Las lágrimas no siempre provienen de circunstancias infelices o dolorosas. Puede haber lágrimas de alegría, tanto para nosotros como para los demás, o de alivio: El estudiante que necesita desesperadamente aprobar un examen y consigue un sobresaliente, o el padre que se entera de que la operación de su hijo es un éxito.

Las lágrimas de alegría también pueden aparecer por puro júbilo o por acontecimientos gratificantes que dan sentido a la vida de una persona: Una joven bailarina que soñaba con aparecer en el escenario y luego es seleccionada para el reparto de un musical de Broadway después de muchas rondas de audiciones, o la madre de un hijo que le informa de que pronto será abuela.

Las lágrimas de alegría pueden expresarse cuando compartimos la felicidad de los demás. Todos hemos oído hablar de personas que siempre lloran en las bodas o cuando se enteran del nacimiento de un hijo. Una vez más, el llanto es una forma de expresar nuestra conexión empática con los demás cuando celebran esas maravillosas ocasiones, que también pueden suscitar nuestros propios recuerdos de alegría. Una obra de arte (por ejemplo, la pintura, la música y la danza) también puede producir lágrimas estimuladas por la belleza y la apreciación.

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Hay que tener en cuenta que hay otras situaciones en las que uno puede llorar no por alegría o dolor, sino como una muestra intencionada y poco sincera de disgusto o remordimiento. Tales «actores» pretenden utilizar sus lágrimas para lograr una respuesta deseada de los demás, es decir, su intención es manipular a los demás para su propio beneficio personal.

Un individuo tiene un largo historial de arrestos y condenas por robo, hurto y asalto con un arma mortal. Durante el juicio por su arresto más reciente, comienza a llorar profusamente frente al juez, diciendo lo mucho que lamenta lo que hizo, y que ahora ha «visto la luz» y promete no volver a delinquir. Poco después, se le observa riendo y hablando de cómo espera conseguir la libertad condicional.

El llanto tiene cualidades beneficiosas, incluso en casos de auténtico dolor. Llorar permite a las personas liberar sus sentimientos y, con suerte, conseguir alivio o satisfacción. También sensibiliza a los demás sobre el estado emocional del individuo y fomenta su apoyo. Además, el llanto tiene un efecto fisiológico en el cuerpo, como la liberación de sustancias neuroquímicas que pueden mejorar el estado de ánimo.

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Cuando las personas derraman lágrimas por dolor o alegría, el llanto es una respuesta emocional a una condición psicológica. No se puede minimizar su importancia. Puede reflejar un funcionamiento psicológico normal. También puede ser un síntoma de una enfermedad grave, como la depresión, para la que debe buscarse tratamiento profesional.

Quizás Washington Irving lo dijo mejor: «Hay algo sagrado en las lágrimas. No son la marca de la debilidad, sino del poder. Hablan más elocuentemente que diez mil lenguas. Son mensajeras de un dolor abrumador, de una profunda contrición y de un amor indecible».

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