Los gorros más cálidos te mantendrán calentito todo el invierno

¿Te has dado cuenta de que en cualquier grupo de amigos siempre hay un tipo designado con sombrero? Ya conoces al tipo. Es el tipo que se emociona demasiado cuando llega la temporada de gorros cada año, porque significa que por fin puede cambiar la gorra de béisbol manchada de sudor que ha estado usando durante los últimos seis meses seguidos. Hace años que no le ves la parte superior de la cabeza a este pobre imbécil y tienes la persistente sospecha de que va a intentar llevar una de 5 paneles a la boda de tu amigo el próximo verano. A la mierda el matrimonio. Eso es compromiso real, amigos. Ser el chico del sombrero no es una elección. Es un estilo de vida. (Si no puedes pensar en quién es el chico del sombrero en tu grupo de amigos, tengo malas noticias. ¿Llevas un sombrero ahora mismo?)

Hoy en día, ser un chico del sombrero no es lo peor del mundo. Diablos, a lo largo de los años todos hemos coqueteado con el título. Yo, por ejemplo, pasé por una etapa de un mes en el instituto en la que me negaba a salir de casa sin lo que esperaba que se convirtiera en mi accesorio característico -pero, por desgracia, demasiado efímero-: una clásica gorra de los Boston Red Sox que conseguí en un viaje familiar a Fenway Park. Una ráfaga de viento me la arrancó de la cabeza y la tiró a un lago a las cuatro semanas de la excursión y ahí se acabó todo.

El invierno, y especialmente este invierno, es el mejor momento para abrazar al tipo de sombrero que llevas dentro. Llevamos mucho tiempo ensalzando las virtudes del humilde gorro, pero la emoción estacional relacionada con los sombreros no debería detenerse ahí. ¿Por qué no lucir una gorra de béisbol (de lana o franela) como si fueras un antiguo jugador de las grandes ligas que se dirige lentamente al campo después de haber arrancado medio paquete de cigarrillos en el banquillo? O bien, alucinas y te pones el tipo de gorro de cazador de piel que habrías llevado si hubieras nacido unos siglos antes en el seno de una familia de rudos hombres de campo (¡ja!) que buscaban cazar un alce antes del desayuno. En esta época de actores y directores creativos, ¿por qué no ser un hombre que lleva literalmente muchos sombreros, sin necesidad de un guión? Aquí tienes por dónde empezar.

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