¿Los medios sociales mejoran o impiden la comunicación?
Isabelle Osborne explora los efectos de la dependencia de los medios sociales en la forma en que nos comunicamos entre nosotros.
Las redes sociales: el corazón palpitante del siglo XXI. En 2017, 3.800 millones de personas en todo el mundo tienen una presencia en línea de alguna manera. Los medios sociales tienen un valor incalculable para conectar y comunicarse con personas de todo el mundo, establecer relaciones profesionales y personales, y permitirnos capturar el momento presente y hacerlo perdurar.
Sin embargo, en un mundo en el que el tiempo medio diario en las redes sociales ha aumentado hasta los 136 minutos, ¿los dispositivos que tenemos en nuestras manos están amenazando las interacciones tradicionales cara a cara?
Además de los problemas de aumento de la ansiedad, la adicción a los medios y el deterioro de la autoestima, los sitios de medios sociales dan prioridad a una forma de comunicación que los seres humanos no están naturalmente inclinados a adoptar. Antes del auge de las redes sociales, la comunicación con personas que no se encontraban en las inmediaciones era increíblemente limitada, pero ahora somos capaces de charlar con personas del otro lado del mundo con un simple clic.
Es fácil olvidar que hay una barrera virtual entre nosotros y la persona con la que hablamos: una barrera que quizás obstruye nuestra capacidad de hablar directamente con esa persona. Las formas no verbales con las que podemos comunicarnos cara a cara, como el uso de gestos con las manos y expresiones faciales, faltan en las conversaciones en línea, y a menudo esto puede dar lugar a malentendidos, lo que quizás hace que la comunicación en línea esté más abierta a ambigüedades y malas interpretaciones.
Podría decirse que la gente se ha condicionado tanto a comunicarse a través de una pantalla que el tradicional contacto de persona a persona se ha convertido en una ansiedad social de la que muchos rehúyen. Es innegable que la comunicación personal con la gente nos permite desarrollar conexiones más profundas y significativas, sin embargo, a medida que nuestros perfiles digitales evolucionan, nuestra capacidad para formar conexiones personales se vuelve más difícil.
Una encuesta ha demostrado que el 74 por ciento de los Millennials hablan con otros en línea más que en persona, lo que pone de relieve lo enormemente que ha cambiado la sociedad desde el auge de las redes sociales. El miedo a perderse algo se ha vuelto tan intenso que la gente prefiere interrumpir la conversación en la mesa para refrescar su Facebook o hacer una foto de su comida para su historia de Instagram.
La comunicación verbal no es lo único que está en riesgo de declive: las habilidades de alfabetización de los estudiantes se han visto cada vez más comprometidas por las abreviaturas y la mala gramática. Las redes sociales no solo afectan a nuestra capacidad de escuchar y relacionarnos con los demás, sino también a nuestra capacidad de comunicarnos eficazmente por escrito.
Hay que preguntarse: ¿podría el desplazamiento por nuestros canales de medios sociales sustituir la conversación por completo? Un estudio demostró que el 62% de las personas encuestadas admitieron que utilizaban aparatos digitales mientras estaban con otras personas, como si nuestra adicción a revisar las redes sociales tuviera prioridad sobre la conversación cara a cara. Parece que conversar a través de mensajes online se está convirtiendo en la norma.
Esto no quiere decir que la sociedad deba volver a utilizar las palomas para pasar mensajes. Hay muchos componentes valiosos de los medios sociales que han beneficiado enormemente a la sociedad. Pero cuando las cifras sugieren que nuestra sociedad se ve tan afectada por nuestras identidades en línea, tenemos derecho a temer cómo puede ser el futuro. Podría decirse que los que corren más peligro de ser desplazados comunicativamente son los de la generación joven. Ahora que más de cuatro de cada diez padres han declarado que «permitirían a sus hijos utilizar las redes sociales antes de que alcancen la edad mínima requerida», quizá sea sólo cuestión de tiempo que nuestra sociedad deje de comunicarse de forma activa y eficaz.
Parece que nuestro mundo ha involucionado a un estado de incompetencia cavernícola, ya que carecemos de la capacidad de conversar y conectar sin un teclado virtual y emojis. Y así, aunque enviar un texto o hacer una foto puede aumentar la cantidad de comunicación, la calidad de la misma siempre será más débil.
No es de extrañar que programas de televisión como Black Mirror de Netflix, una sátira especulativa de la influencia de la tecnología en la naturaleza humana, deje a los espectadores sintiéndose incómodos. Los temas que se exploran sugieren el surgimiento de una sociedad increíblemente relacionada con la que nos encontramos hoy en día.