LSD

LSD, abreviatura de dietilamida del ácido lisérgico, también llamada lisérgida, potente droga alucinógena sintética que puede derivarse de los alcaloides del cornezuelo del centeno (como la ergotamina y la ergonovina, principales constituyentes del cornezuelo del centeno, la deformación del grano y el infeccioso tóxico de la harina causado por el hongo Claviceps purpurea). El LSD suele prepararse por síntesis química en un laboratorio. Su estructura química básica es similar a la de los alcaloides del cornezuelo de centeno, y está estructuralmente relacionada con varias otras drogas (por ejemplo, la bufotenina, la psilocibina, la harmina y la ibogaína), todas las cuales pueden bloquear la acción de la serotonina (la indolamina transmisora de los impulsos nerviosos) en el tejido cerebral.

El LSD produce marcadas desviaciones del comportamiento normal, probablemente como consecuencia de su capacidad para inhibir la acción de la serotonina, aunque el mecanismo de la droga sigue siendo incierto. El LSD se utilizó experimentalmente en medicina como agente psicotomimético para inducir estados mentales que se creía que se parecían a los de las enfermedades psicóticas reales (principalmente las esquizofrenias). Tras su administración, el LSD puede ser absorbido fácilmente por cualquier superficie mucosa -incluso por el oído- y actúa en un plazo de 30 a 60 minutos. Sus efectos suelen durar de 8 a 10 horas, y ocasionalmente algunos efectos persisten durante varios días. Dos efectos secundarios graves son la prolongación y la reaparición transitoria de la reacción psicótica.

Como el LSD no es un fármaco aprobado, sus aplicaciones terapéuticas se consideran experimentales. En la década de 1960 se propuso el uso del LSD para el tratamiento de las neurosis, especialmente para los pacientes que eran recalcitrantes a los procedimientos psicoterapéuticos más convencionales. El LSD también se probó como tratamiento del alcoholismo y para reducir el sufrimiento de los enfermos terminales de cáncer. Se estudió como complemento en el tratamiento de la adicción a los narcóticos, de los niños con autismo y de la llamada personalidad psicopática. Ninguno de esos usos tuvo éxito a principios de la década de 1990, y la mayoría de los investigadores concluyeron que no había ningún valor clínico en el uso del LSD. Sin embargo, a principios del siglo XXI, se reavivó la investigación sobre el tratamiento del alcoholismo con LSD, y algunos investigadores concluyeron que podría aportar beneficios. También hubo interés en el uso del LSD para aliviar la ansiedad en pacientes que sufrían enfermedades terminales.

El uso del LSD fuera de un entorno clínico puede ser peligroso. Los cambios de humor, las distorsiones temporales y espaciales y el comportamiento impulsivo son complicaciones especialmente peligrosas para el individuo que toma la droga. El individuo puede llegar a sospechar cada vez más de las intenciones y motivos de los que le rodean y puede actuar agresivamente contra ellos.

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El uso legítimo del LSD disminuyó notablemente a mediados de la década de 1960. En los Estados Unidos, la fabricación, la posesión, la venta, la transferencia y el uso del LSD quedaron bajo las restricciones de la Enmienda de Control del Abuso de Drogas de 1965. Al año siguiente, el único fabricante autorizado de LSD en Estados Unidos retiró la droga del mercado y transfirió sus suministros al gobierno federal. Los proyectos de investigación continuaron bajo la supervisión del Instituto Nacional de Salud Mental, una agencia gubernamental.

Durante la década de 1960, el LSD («ácido») se hizo popular dentro de la subcultura hippie que surgió en Estados Unidos y Europa occidental. Un pionero fundamental de ese movimiento fue Augustus Owsley Stanley III, un químico clandestino de California que fabricó varios millones de dosis de la droga. Los esfuerzos de Stanley suministraron la droga a varias figuras que se convertirían en defensores del LSD, incluido el novelista Ken Kesey. Stanley también fue un proveedor personal de LSD para los Grateful Dead (a los que también proporcionó apoyo financiero inicial y sirvió como ingeniero de sonido). Otro importante defensor del LSD fue el psicólogo estadounidense Timothy Leary.

A mediados de la década de 1960, el uso del LSD se extendió ampliamente en la emergente contracultura, y las formas y colores característicos de los viajes inducidos por el LSD aparecen con frecuencia en el arte visual de la época. La droga también influyó poderosamente en la música popular de los 60 y fomentó la experimentación mística de aquellos años. El LSD mantuvo un seguimiento juvenil hasta mediados de la década de 1970, cuando la publicidad sobre los efectos psiquiátricos negativos de la droga frenó su uso. No obstante, en la década de 1990 se produjo un resurgimiento del consumo de LSD en Estados Unidos y en otros países.

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