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San Petersburgo, 1882-La Haya, 1931

Figura mítica del ballet clásico, Anna Pavlova sigue siendo tan recordada como admirada. Fue una de las primeras grandes damas del ballet, y de su trayectoria profesional destacan tanto sus interpretaciones como el afán por llevar este tipo de danza a cualquier rincón donde se apreciara. Su etapa de aprendizaje está enmarcada en la estricta formación de la Escuela del Ballet Imperial donde ingresó con diez años. Allí recibió las enseñanzas de maestros como Paul Gerdt y Sokolova entre otros. En 1899 debutó como solista del Ballet Imperial y en 1905 ya era primera bailarina. Su consagración mundial le vino en 1910 cuando apareció, junto a los Ballets Rusos, en el Palace Theatre de Londres. Una aclamada intervención junto al bailarín ruso Mijáil Mordkin en el Metropolitan House de Nueva York y numerosas giras por Europa, América y Asia, consolidan la fama de Anna Pavlova, considerada la mejor bailarina clásica del momento. Su vida estuvo dedicada casi íntegramente al ballet y por encima de sus aclamadas interpretaciones en obras como Giselle, El lago de los cisnes y Don Quijote, entre otros, se recuerda sobre todo su interpretación de La muerte del cisne. Lo creó Fokine exclusivamente para ella en 1905 y lo representó Pavlova en innumerables ocasiones a lo largo de toda su trayectoria, marcando una referencia interpretativa hoy recordada. La carrera de Anna Pavlova quedó truncada por una pulmonía que le llevó a la muerte en 1931.

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