Una breve historia del kilogramo y por qué los científicos están dispuestos a revisarlo

Se suponía que iba a ser el sistema de medición para todas las personas, en todos los lugares y durante todo el tiempo, uno que utilizara el mundo natural como base. Pero en los siglos transcurridos desde que el rey Luis XVI de Francia encargó a un grupo de científicos que le ayudaran a desarrollar un nuevo sistema de medida, se ha demostrado que muchos de los fundamentos del sistema métrico son fundamentalmente infundados. Pocas características del sistema han sido más problemáticas que el patrón de medida del kilogramo, que podría cambiar definitivamente tras una votación que tendrá lugar esta semana en la Conferencia General de Pesos y Medidas.

Es probable que los delegados opten por un nuevo sistema de medida, definido en términos de corriente eléctrica, como base del kilogramo. Para entender por qué, es útil retroceder en la historia.

Antes del kilogramo, estaba el «grave». Éste, propuesto por el rey a finales de 1700, sería una medida estándar basada en el peso de un litro de agua justo por encima del punto de congelación. (Para encontrar su «masa verdadera», se pesaría en el vacío.) Esta medida inalienable fue finalmente rebautizada como kilogramo, con el gramo -la milésima parte de su peso- como unidad clave.

Pero había algunos problemas con el enfoque. Para empezar, es esencialmente imposible pesar un recipiente abierto de líquido en el vacío, y la presión del aire tiene una influencia sustancial en la masa. Cuando los científicos intentaron volver a pesar un decímetro de agua en 1799, el resultado final fue de sólo el 99,92072% de la masa del kilogramo provisional realizado cuatro años antes. Semejante margen de error requería algún otro patrón absoluto como medida central, y que no se viera afectado por nada, ni siquiera por los caprichos del aire que lo rodea.

La solución llegó un siglo después, en forma de un pequeño cilindro metálico hecho de platino e iridio. Este, finalmente, era el ur-kilogramo, el kilogramo definitivo, el kilogramo inviolable. Se mantendría alejado de las hordas, colocado bajo una serie de frascos de campana similares a los de las muñecas rusas y encerrado en una cámara acorazada en las afueras de París. (Docenas de copias se guardarían en otros lugares y se utilizarían para estandarizar los sistemas de pesos y medidas de las distintas naciones.)

Durante los últimos 129 años, el original de París -el Prototipo Internacional del Kilogramo- ha servido de base para lo que conocemos como kilogramo. De vez en cuando, se saca y se pesa, como se hace con cualquier estándar internacional de medida. Pero, aunque por definición siempre pesa un kilogramo, el IPK parece haber perdido masa en relación con la masa de las copias. Las teorías abundan: tal vez las copias han absorbido moléculas de aire, o tal vez los técnicos que manipulan el original lo han limpiado con demasiada fuerza y le han quitado algún átomo.

Muchos metrólogos parecen estar convencidos y a la vez molestos por la falta de precisión en la medición actual del kilogramo. Como dijo Stephan Schlamminger, físico del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de EE.UU., a The Guardian: «Si los extraterrestres visitan alguna vez la Tierra, ¿de qué otra cosa podríamos hablar que no sea de física? Si queremos hablar de física tenemos que ponernos de acuerdo en un conjunto de unidades, pero si decimos que nuestra unidad de masa se basa en un trozo de metal que guardamos en París, seremos el hazmerreír del universo».

La importante votación de esta semana puede acabar con la veneración centenaria en torno a este singular bloque metálico para siempre.

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