Cómo practicar el arte del desapego en 4 pasos.

Muchas personas han empezado a darse cuenta del daño que puede causar el apego excesivo.

La mayoría de nosotros entendemos que el desapego juega un papel imperativo en la construcción de una relación sana y armoniosa con nosotros mismos y con los demás. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo. Ansiamos el desapego, pero puede que nos cueste encontrar la forma adecuada de practicarlo.

A menudo, tenemos una idea sobre cómo desapegarnos, pero la dejamos de lado, ya que tememos volvernos distantes o apáticos.

Como siempre aclaro, el desapego no consiste en retirarse. Simplemente significa ver las cosas desde una perspectiva diferente, sin dejar de estar totalmente involucrados. Se trata de liberar nuestra necesidad del objeto de apego. Seguimos dándolo todo, pero sin estar enredados en el miedo y la ansiedad.

En consecuencia, el desapego significa una mayor implicación, pero sin estar apegado al resultado. Es como salir de lo que somos y ver las cosas objetivamente sin la inmersión del ego.

Dicho esto, hay cuatro nociones esenciales que podemos practicar para desapegarnos internamente, pero seguir comprometidos. Con paciencia y voluntad, podemos romper nuestro apego a lo que nos mantiene atrapados, ya sea una persona, un objeto, una idea o una situación.

1. Examina las razones de tu apego.

Con frecuencia no detectamos el comienzo del apego. Por eso puede ser un reto examinar las razones de nuestro apego, ya que hemos pasado por alto su punto de partida. Dicho esto, si observamos nuestro objeto de apego y observamos nuestra mente, podemos discernir las raíces del aferramiento.

¿Qué tiene nuestro objeto de apego que lo hace deseable? Si estamos apegados a una persona, ¿qué es lo que nos da esa persona que la hace única? ¿Qué hay en ella que nos hace temer perderla? O tal vez, ¿hay algo que nos falta dentro de nosotros? Si estamos apegados a una situación o a una idea, ¿por qué no podemos desprendernos de ella? ¿Nos da una cierta identidad que tememos perder? ¿Nos consideramos nada sin ella?

Realizar las razones de nuestra necesidad es el primer paso para erradicar la mayor parte de nuestro apego. No ocurre de la noche a la mañana: puede llevar días o semanas. Sin embargo, una vez que lo hacemos, podemos empezar a resolver el problema.

2. Observa tu sufrimiento.

El fuerte apego genera sufrimiento. Puede que no nos guste admitirlo o afirmar que nuestro apego no nos hace desgraciados, pero puede ser otro truco del ego, ya que éste teme la aniquilación. Sin embargo, todos deseamos en nuestro interior liberarnos de nuestros objetos de apego. Por lo tanto, da un paso atrás y obsérvate a ti mismo de forma objetiva. Cuando discernimos el sufrimiento que proviene del apego, resolvemos la segunda parte del problema.

¿Cómo te vuelves alrededor de tu objeto de apego? ¿Te vuelves pegajoso o necesitado? ¿Estás desarrollando lentamente el miedo a perder a esa persona, objeto o idea? Fíjate en cómo tu objeto de apego mantiene tu mente ocupada y observa la ansiedad que genera.

Si estás apegado a una persona, obsérvate a ti mismo: cómo no puedes dormir por la noche cuando no está cerca o cómo te aferras a ella cuando sientes que se está alejando. Si estás apegado a una idea, observa cómo te pones a la defensiva cuando alguien se opone a ella.

3. Abraza la impermanencia.

Resolver la mayor parte del apego radica en comprender la impermanencia. Cuando nos apegamos, nos aterra el cambio. El cambio es un aspecto normal de la vida. Las personas evolucionan, por lo tanto, las situaciones se alteran. Observa la naturaleza y entenderás el crecimiento del que hablo.

Si estamos apegados a alguien, básicamente estamos apegados a la imagen que tenemos de ellos en nuestra mente. Cuando cambian o evolucionan, luchamos por mantener la imagen que tenemos de ellos. Nosotros mismos también cambiamos cada día; por lo tanto, nuestras ideas y creencias también pueden cambiar. A menudo, nos apegamos a determinados dogmas y nos negamos a abandonarlos, incluso cuando sentimos que ya no nos sirven.

Abrazar la impermanencia nos ayuda a romper nuestro apego a las nociones conocidas. Cuando comprendemos que todo está destinado a disiparse (incluidas las personas a las que estamos apegados), nos desprendemos automáticamente. En lugar de presionarlas o forzarlas para que no cambien, apreciamos su presencia y lo que son, y evitamos darlas por sentado.

4. Céntrate en ti mismo.

Cuando estamos apegados, nuestros pensamientos y emociones se centran únicamente en el objeto de nuestro apego. Entregamos nuestro poder a ellos. Los contemplamos como algo que necesitamos, para esforzarnos o ser felices.

Si deseamos hacer un desapego saludable, debemos cambiar nuestra atención del objeto de apego a nosotros mismos. Podemos dedicarnos a actividades y hacer cosas que fortalezcan la relación con nosotros mismos.

Cuando nos convertimos en nuestro mejor amigo, la relación que tenemos con los demás y con el universo florece. En lugar de esperar que la gente llene los vacíos que nos faltan, los llenamos nosotros mismos y luego compartimos nuestra plenitud con ellos. Dejamos de necesitarlos y empezamos a elegir quererlos.

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